Para inaugurar la sección de aventuras sobre 2 ruedas, quiero compartir con vosotros una crónica de mi última aventura que realicé junto a mi amigo Daniel. Partimos desde Vicálvaro (Madrid) hasta Guadalajara, haciendo paradas en Brihuega (famosa en los últimos años por sus campos de lavanda) y en otros pueblos menos conocidos.
Si se preguntan por qué el título, es porque realizamos esta aventura el mismo día que se disputaba el Giro de Lombardía. Aunque hay una gran diferencia en términos de kilómetros y desnivel entre la carrera y nuestra ruta, sí tienen en común el continuo "sube y baja" que experimentamos.
A continuación, detallaré la ruta, la cual estuvo llena de experiencias y anécdotas que he procesado después de llegar a casa y permitirle a mi cuerpo descansar merecidamente.
Primeros kilómetros con sorpresas
Como se ve en la foto anterior, comenzamos justo al amanecer desde la estación de cercanías de Vicálvaro. Los primeros kilómetros eran llanos, atravesando principalmente el polígono industrial. Sobre el kilómetro 5, tenemos la primera sorpresa: están comenzando una nueva zona de apartamentos, por lo que toca salirnos del track fijado, ayudados por las indicaciones que amablemente nos dio la persona encargada de vigilar la obra.
Pasada la zona de obras, volvemos a seguir el track y empezamos a llegar a la vega del Jarama. Por esta zona dejamos a un lado Mejorada del Campo, después Velilla de San Antonio y, más tarde, Loeches. Esta parte del track va discurriendo por una carretera que, para la hora que era, empezaba a estar concurrida. Tras pasar Loeches, la afluencia de coches empieza a disminuir, al igual que la cantidad de ciclistas que nos vamos encontrando, y terminamos llegando a Torres de la Alameda. En este punto, mi compañero de ruta empieza a tener hambre, pero decidimos aguantar hasta llegar a Valverde de Alcalá y ver si allí encontramos algún lugar donde recuperar fuerzas. Ya pasado Torres de la Alameda, casi no hay afluencia de coches y empezamos a disfrutar de la soledad y de los paisajes.
Hasta que llega la siguiente sorpresa sin haber siquiera llegado a los 50 km y a poco de llegar a Valverde de Alcalá, tengo un pinchazo en la rueda delantera. Toca parar a arreglarla y ya aprovechamos para comer algo rápido.
Tras este parón forzado, continuamos con la ruta, cruzamos Valverde de Alcalá y seguimos camino de Pezuela de Tajuña. Durante este tramo, nos da para disfrutar de ir un rato en “grupeta” y aprovechar para apretar un poco, ya que podíamos evitar un poco el viento.
Terminamos llegando a Pezuela de Tajuña, donde sí que ya decidimos parar y aprovechar para comernos un buen montado de lomo y rellenar agua, ya que sabíamos que entrábamos a Guadalajara e íbamos a pasar por una zona en la que iba a haber menos afluencia de pueblos donde repostar.
A carreteras solitarias, buenas conversaciones
Tras el desayuno, continuamos nuestro camino saliendo de Pezuela de Tajuña, que nos regala en su salida una preciosa vista de la entrada en la provincia de Guadalajara, aparte de una bajada larga para aprovechar y digerir el desayuno.
Una vez dentro de la provincia de Guadalajara, ya empezamos a intuir cuál va a ser la tónica de lo que restaba de ruta: carreteras y pueblos solitarios, bonitos paisajes y conversaciones para amenizar aún más el camino. El primer pueblo que dejamos a un lado es Loranca de Tajuña, para 12 kilómetros más tarde y varios cambios de rasante, llegar a Armuña de Tajuña donde paramos a repostar agua en la fuente que se encuentra en el pueblo, aprovechando para saludar a un par de lugareños que conversaban de las cosas del día a día.
Tras salir de este pueblo, comienza el tramo más largo de la ruta en el que no íbamos a pasar por ningún pueblo ni tampoco encontrar ninguna gasolinera. Este tramo consta de 30 km que nos llevarán hasta Brihuega, donde teníamos intención de hacer una parada más larga para comer. Durante este tramo, casi no encontramos coches. Creo que podría contar con los dedos de una mano los coches que nos pasaron. Así que los kilómetros fueron pasando mientras conversábamos sobre noticias de ciclismo profesional, bicis para nuevas aventuras y otros muchos temas.
Con todo esto llegamos a Brihuega, donde nos toca apretar de lo lindo para realizar uno de los ascensos más duros de la ruta (4 km al 5% más o menos), el cual realmente dividimos en 2 porque a la mitad encontramos un restaurante donde comer. No fue del todo una decisión acertada porque estaban bastante saturados y tardaron más de lo que nos hubiese gustado para parar, pero las hamburguesas que nos comimos nos sentaron genial para volver a arrancar con los 2 km que nos quedaban del ascenso.
Lucha mental y plátano salvador
Tras terminar el ascenso que nos llevaba fuera de Brihuega, y el cual sufrí en las piernas porque se me habían quedado frías... comenzamos una carretera infinitamente recta con muchos cambios de rasante, los cuales podíamos ver uno tras otro. Aquí comenzó nuestro bajón mental, porque a pesar de ser una recta, el viento y los continuos "sube-baja" nos iban minando mentalmente. La carretera nos dio un respiro y comenzamos una bajada larga, que nos llevaría a enganchar con el camino del Cid y pasar por el pueblo de Muduex.
En esta ocasión, el camino del Cid no tenía tantos cambios de rasante, pero sí nos daba el viento de frente, lo que frenaba un poco nuestro avance y, por qué no decirlo, nos iba minando poco a poco mentalmente. Por este camino, pasamos primero por Valdearenas y, más tarde, dejamos a Hita a nuestra derecha. Nuestra idea inicial era haber entrado en Hita, pero vimos que la ruta se alejaba mucho para después volver al mismo camino por donde íbamos.
Tras dejar Hita, dejamos a un lado Torre del Burgo y, poco después, entramos en una carretera de doble sentido (hasta ahora el camino ni tenía señalización horizontal). A partir de la entrada en esta carretera, es cuando llega nuestra verdadera lucha mental contra la ruta, los kilómetros que ya llevábamos encima y, obviamente, contra nosotros mismos. Fueron unos 14 kilómetros, pero nos parecieron el doble, volvió a darnos el viento y la carretera volvía a ser un continuo "sube-baja", eso hizo que perdiéramos ya por completo la concentración y entráramos en una fase de sufrimiento. Eso sí, no paramos de empujar la bicicleta, aunque esta vez ya no hablábamos entre nosotros, solo nos dábamos algún relevo o simplemente íbamos tirando uno del otro. Pero al llegar a Tórtola de Henares, todo esto cambió. Mi compañero Dani se le ocurre parar a coger agua en una tienda, en ella, se pone a hablar con el dependiente (tras 5h estaba claro que necesitaba hablar con otra persona que no fuese yo jaja). Al dependiente obviamente le sorprende el camino que estamos realizando, cobra a Dani y, mientras estamos rellenando los bidones, bebiendo agua y comentando el bajón mental que habíamos sufrido... sale el dependiente regalándonos un par de plátanos. Sin dudarlo, el gesto de los plátanos terminó de cambiar nuestra mentalidad y los 13 kilómetros que restaban a la estación de Guadalajara pasaron muy rápido, sobre todo si los comparamos con los 13 anteriores.
Conclusiones
Sin dudarlo, la ruta una vez que salimos de Madrid nos gustó. El poder ir por carreteras solitarias, en silencio (sobre todo cuando dejábamos de hablar entre nosotros) y el aire de tranquilidad que se respiraba en cada uno de los pueblos por los que pasamos. Además, comprobamos que no hay que irse muy lejos para darse cuenta de que hay zonas de España que están más vacías de lo que nos podamos imaginar. Aparte de esto, experimentamos y sufrimos ese componente mental que tiene el ciclismo, seguramente más intenso cuanto más nos acercamos a la ultradistancia, pero que, como en la vida, hay momentos en los que toca remar y siempre se sale adelante, y que queda... pues, sin lugar a dudas, muchas experiencias, aprendizajes y anécdotas que recordar.